Europa es el continente más hermoso del mundo. Ni duda cabe.
Sus siglos de esplendor sometido a longevas y absolutistas monarquías le dieron
un legado arquitectónico a lo largo y ancho que supera por mucho cualquier ficción.
Ya no se diga vivir sino tan sólo visitar ciudades como Viena, Roma o París,
entre muchas otras, es el sueño de millones de seres humanos en todo el mundo. Porque así ha sido Europa por muchos años, un sueño, pero ese sueño lamentablemente
parece acabar y transformarse en una muy amarga pesadilla.
Después de la caída de la vieja Europa con la Gran Guerra, un
totalitarismo cultural y racialmente impermeable se apoderó del continente, o
al menos de una buena parte de éste, y trajo años muy tristes. Con el ansiado final de la Segunda Guerra Mundial,
sin embargo, que dejó tanta destrucción, sufrimiento y pérdida en vidas de
inocentes, la devastada Europa inició un proceso de flexibilización. Muchos
países que en otros siglos se la pasaban en una guerra tras otra se hermanaron,
las migraciones tuvieron su gran auge, surgió la Unión Europea, el continente
casi por entero apuntó a volverse una aglomeración cultural al estilo del
Imperio Austrohúngaro, tanto como que futbolistas de ascendencia africana ahora
lucen con orgullo playeras antes reservadas a la raza caucásica como la inglesa
o la alemana…
Todo parecía un paraíso de libertades, donde leyes sensatas
daban igualdad a todos, sin importar su origen étnico ni creencias religiosas. El
problema es que la emigración a Europa no sólo llevó diversidad cultural y
racial, tolerancia y flexibilización religiosa. Durante muchas décadas el
continente recibió una gran oleada de emigrantes musulmanes. Quizás pocos desconfiaron
de ello. Se les veía como personas que buscaban un mejor lugar para vivir, y
quizás donde poder practicar su religión de manera más libre, donde la
inteligencia y el culto tuvieran igual peso. Y es posible que muchos musulmanes que
ahora habitan Europa piensen así, pero muchos no.
La realidad demuestra que hay musulmanes que viven en Europa
sólo como un cambio de estrategia. Durante el último sitio se Viena, hace tres
siglos y pico, comprendieron que militarmente ya no podían contra Occidente. El cambio
de estrategia radicó en meterse a los países occidentales y destruirlos desde
adentro. Lo están logrando. Mientras Europa entró en una era de tolerancia y
paz, relativas, ellos siguen en pie de guerra contra una cultura, la
occidental, a la que han soñado humillar, destruir y someter durante siglos. La vida
de un occidental les importa menos que nada, tomarla les acarrea un trofeo y
jamás un remordimiento.
¿Cómo puede vivir en paz Europa en ese mundo de tolerancia y
diversidad tan bien logrado si ahora muchos van por la calle viendo la manera
de matar a miles en un solo ataque?, ¿y quién tiene la culpa? ¿Europa por ser
flexible a la emigración y a la diversidad cultural?, ¿los inocentes por salir
a la calle?, ¿los policías por no ser adivinos?, ¿Occidente por apoyar la
defenestración de regímenes dictatoriales ligados al terrorismo? Los culpables
desde luego son los terroristas. Nunca jamás bajo ninguna circunstancia el
asesinato de inocentes ajenos a todo será justificado sólo porque el presidente
de los Estados Unidos está muy bien protegido y a él no lo han podido matar.
¿Y quién nos dice que ese odio absoluto tiene la
justificación pretendida? Para ellos Occidente contamina su cultura, ése es el
pretexto. Pero, ¿acaso no podrán odiar al occidental porque ha sabido vivir más
felizmente la vida, tras pagar muy altos precios? El occidental ha descubierto el gran beneficio que es hacer
uso de su libertad, de su inteligencia y su raciocinio. Disfruta más la vida. No
se empeña en perpetuar estigmas religiosos medievales, tal sólo los ve como
historia. Quizás no odian a Occidente por lo que pueda interferir en su
cultura. Quizás, simplemente, le envidian su felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario