El príncipe de la
soledad es lo primero que logré y que creí que merecía la pena que fuera
leído por los demás. Es una historia inconclusa en el texto pero que en mi
mente vive completa desde hace años. Faltan sólo detalles, porque el principio y
el fin, el desarrollo, clímax y final de los personajes me lo sé de memoria.
Es mi mayor proyecto como escritor hasta la actualidad, y
como tal es una historia vieja. Comencé a escribirla una noche ya no sé de qué
mes del año 2006. Sólo recuerdo que llovía y que no podía dormir. Las noches de
lluvia desde la ventana son hermosas, merecen que se marche el sueño. Y esa
noche se marchó. En un momento me surgió la idea rectora de una historia de
fantasía donde el honor, el valor y el coraje aún fueran valores admirables y
no anacronismos.
Me senté a escribirla. Desarrollé un buen trozo de una
novela, a manera de boceto. Pero al llegar la mañana el entusiasmo se fue. Cosas
que pasan. Guardé el archivo quizás con la misma disposición que pude haberlo
borrado y lo olvidé. Pasaron años sin que lo recordara siquiera, años en los
que me dediqué a estudiar la vida del efímero emperador Maximiliano I de México
y a intentar hacerle una biografía que me dejara satisfecho. A finales del 2010,
en otra noche de lluvia, me acordé de aquel texto que tenía olvidado. Encontrarlo
fue una odisea dado que no recordaba ni con qué nombre ni en qué disco de
respaldo lo había guardado.
Pero lo encontré y lo leí y me puse a trabajar. Desaparecí personajes
y buena parte de la historia. Tan sólo un capítulo, el segundo, se mantiene
casi intacto. En ese boceto no existía el juez Albram Dorogant, quien nació
hasta principios del 2011 y se volvió la columna vertebral de la historia. Fue a
mitad de ese año cuando la primera parte de la novela quedó terminada. La otra
mitad me la pasé haciendo las correcciones de redacción y argumentales que creí
oportunas.
Desde los últimos días del 2011 la novela anda dando vueltas
en la red. No sé cuántas personas la han leído pero se los agradezco
profundamente. A quienes me han urgido una segunda parte que no he publicado
aún les pido mis más sinceras disculpas. Es, como ya dije, mi mayor proyecto
literario. No siempre hallo en mí el ánimo para pasar la historia que tengo en
la mente a la computadora. Entre tanto, he escrito otros libros, a los que
tengo la estima suficiente como para poner a disposición de los lectores.
El día que publique la segunda parte de El príncipe de la soledad será porque creo que es lo mejor que
puedo dar a mis lectores, que a la vez será mi forma de darles las gracias por
leerme sin conocerme. Gratitud para lo que un escritor no encuentra palabras
suficientes. Porque creo, sin temor a equivocarme, que lo mejor que un escritor
puede hacer por sus lectores, sean muchos o pocos, es escribir lo mejor que
puede.
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