domingo, 3 de julio de 2016

Las lágrimas del ángel sin alas

Tengo cierta fascinación por los ángeles en sus diversas modalidades. Me fascinan los de piedra, con sus bellas alas, y cada que puedo los integro a mis narraciones. Pero aún más me fascinan esos ángeles que no parecen lo que son. Escribí un cuento titulado “La sonrisa del ángel”, cuyo protagonista es un ángel que nunca enseñó las alas, sólo su sonrisa, y que alguien ya en inglés comparó con “El principito”.  Me alegro aunque no tengo ni una pizca de la vanidad necesaria para sugerir siquiera que sea cierta tal similitud. Pero me es grato que a la gente le agrade lo que escribo. Hoy dejo aquí otro poema al que le tengo un especial cariño, también sobre ángeles, pero no de piedra, aunque me gustan mucho, sino de esos sin alas que tanto nos suelen ayudar.


Las lágrimas del ángel sin alas


Un ángel lloraba en un rincón de piedras,
y profería palabras en un idioma extraño.
Yo le dije a un cuervo: “¿qué nos dice el ángel?”
Y el cuervo voló hasta enfrentar su mirada.

En jergas extrañas que yo no entendía,
el cuervo y el ángel desnudaron almas.
Yo dormí las horas que el cuerpo pedía,
cerca de los seres, en otro rincón.

Vino el cuervo a verme, picoteó mi cara,
desperté sufriendo por el frío invernal.
“¿Qué te dijo el ángel?”-le pregunté al negro-,
él volteó su rostro y se puso a llorar.

“Yo no tengo alas, no puedo volar”,
eso dijo el ángel, antes de morir.
“¿Por qué lloras tú?” -interrogué al cuervo-,
y el ave misteriosa, inmune a aquel frío,
se apresuró a decir:
“Yo sí tengo alas, sí puedo volar,
pero ángel no soy,
ángel es un guía de paz y bondad,
yo soy sólo un cuervo,
sólo una criatura en la oscuridad”.

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