martes, 24 de enero de 2017

¿Qué pasaría si México sale del Tratado de Libre Comercio?

Con el advenimiento de Trump a la Casa Blanca, se plantea de manera inaplazable la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, integrado por Canadá, Estados Unidos y México. Dado el número de millones de personas que viven en los tres países, casi quinientos, una buena parte de la economía del mundo pende de ese tratado. Suprimirlo de manera apresurada sería un crimen y en menor medida un grave error.
Ante las bravuconadas de Trump el  gobierno mexicano ha dejado claro que una renegociación que ponga al país en desventaja haría más viable la salida del tratado. Esa respuesta surge tanto del nacionalismo como de la dignidad y no puede ser cuestionada. Trump se ha pasado los últimos meses menospreciando a México y dando agigantados pasos para desmontar su economía, importándole muy poco la suerte del país. Es probable que entre sus intenciones esté la de debilitar la resistencia del gobierno de Peña Nieto, lograr una renegociación ventajosa e incluso que México le financie su tan añorado muro bajo la amenaza de suprimir el acuerdo comercial que a tantos millones de seres humanos beneficia a ambos lados de la frontera.
En un escenario de desacuerdos, en el que el nacionalismo impere en ambos lados, escenario creado por Trump, quizás México se quede con su dignidad y Estados Unidos con su tratado. Viendo así las cosas, el miedo de muchos es que México regrese a ser como era a principios de los 90s del siglo pasado. La anulación del tratado crearía aranceles, ya no sería costeable a las empresas yanquis producir en México. Muchas, que no todas, se irían, llevándose sus puestos de trabajo directos y sobre todo –la gran mayoría- indirectos, y sus pagos de impuestos.  
La columna vertebral de la economía mexicana es ni más ni menos que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Desde hace dos décadas el país ha construido su infraestructura empresarial entorno a ese acuerdo de tres naciones. Bonificarse del tratado no fue de ninguna manera un error por parte de México, fue un gran logro. El error consistió en no crear un escenario que propiciara el crecimiento de otros sectores. Ningún país gobernado por personas sensatas deberá confiar jamás su futro económico a otro.
El escenario al que se enfrentaría México sería malo, pero no desolador. Ciertamente, se perderían muchos empleos, infinidad de pequeñas empresas mexicanas irían a la quiebra, el gobierno dejaría de recaudar mucho de lo que ahora recauda,  y millones de mexicanos que trabajan ilegalmente en Estados Unidos regresarían a engrosar las filas de desempleados.
En Estados Unidos tampoco les iría muy bien. El giro de su economía seria drástico y precipitado. A un socio comercial de tamaño del México lo extrañaría hasta la mayor economía del mundo. Trump cree que puede suplirlo con unas políticas de gran Estado metido en todo. Lo más seguro es que con eso va a empeorarlo todo. Estados Unidos no es China. Los empresarios yanquis no hicieron de su país el más rico del mundo con las manos atadas por el gobierno. Burocratizar el sistema productivo del país más libre del mundo puede ser una de las mayores estupideces de la historia.
México, por su parte, tiene lo suficiente para despegar de nuevo. Ya no es el país de los 90s, casi medieval, al que socorrió el tratado. Ha surgido una clase media gigantesca capaz de crear riquezas, poblada de emprendedores que si ya no le ven negocio a algo voltearan sus ojos a otra parte, pero no se quedarán sentados. La ruptura del tratado significaría una revolución absoluta de la economía mexicana y un gran periodo de prueba donde, si impera la sensatez, el país saldría mucho más fortalecido. Una reducción de impuestos y un combate serio a la corrupción y al despilfarro ayudarían bastante a ello, a que México se labre un futuro propio.
Lamentablemente, son muchas las posibilidades de fracasar. Si el país se dedica a lamentar la pérdida del tratado, se niega a replantear su economía y se echa en manos de la izquierda y de la corrupción, entonces sí que el escenario seria dantesco, homologable a Cuba o a Venezuela.

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