viernes, 17 de junio de 2016

Hoy iniciamos algo: un blog

Quizás algún día escriba una entrada titulada "Hoy terminamos con algo: un blog", porque todo inicia y todo termina: el secreto de una evolución que tanto tememos y que, a veces, tanto disfrutamos. Soy Adam J. Oderoll, liberal y librepensador, amante de la historia, adicto a tomar café, a admirar el arte y a leer cuando llueve y hace frío novelas policíacas, entre muchas otras cosas.
Soy escritor, he publicado desde el 2011 la modesta cantidad de ocho libros, en este orden: "El príncipe de la soledad" (novela de fantasía), "La arquitectura de los poderosos" (ensayo), "Juárez en el Convento de las Capuchinas" (novela histórica), "El político: el oficio indigno" (ensayo), "Sherlock Holmes tras la joya de Dantés" (novela policíaca), "El amigo del sicario" (novela negra), "Música para las criaturas de la noche" (poemario), y "La sonrisa del ángel", traducida por encargo mío y ya a la venta en inglés.
He creado este blog para hablar sobre mis libros y otras cosas que me interesan. Un blog personal hoy en día es sinónimo de libertad. Uno escribe lo que quiere y cuando quiere, de acuerdo a su total criterio. Toco mucho el tema de lo importante que es la libertad porque en efecto lo es, es el bien más preciado que puede tener el ser humano, y porque los Estados evolucionan día a día en la línea de erradicarla.
En mi libro "El político: el oficio indigno", hago un desmesurado énfasis en el terrible futuro que nos espera si permitimos que los políticos, que ya tienen un comportamiento alarmante, consoliden sus deseos de controlarnos. Porque eso quieren. El mayor deseo de la clase política incluso en las democracias más funcionales es el enriquecimiento del Estado al costo de un estricto control sobre la sociedad y sobre su dinero.
En su ensayo de despedida, que a la vez es su herencia al mundo, titulado "El mundo de ayer", el gran maestro Stefan Zweig nos habla de esa época en la que el Estado nos dejaba vivir en paz, se conformaba con poco de nuestro dinero y se limitaba a vernos de lejos ser libres. Pero ése fue, tal como lo dice Zweig, el mundo de ayer, porque en el de hoy el Estado es diferente, nos utiliza y nos quiere como esclavos. Los seres humanos que amamos la libertad sencillamente le estorbamos. Sea pues también este blog una trinchera desde donde abogaré por nuestro más grande derecho: ser libres.

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