Mal. De eso no hay
duda. La situación del país sería muy similar a la que tiene ahora con Nicolás
Maduro. Algunas cosas desde luego que estarían diferentes, pero en general mal.
La inestabilidad económica del país no guardaría cambios sobre la actual, la
real, la terrible. Porque la asfixiante crisis venezolana vigente la sembró y
la cultivó Chávez. Que a nadie se le olvide. Cosechó apenas unos frutos porque la
muerte le impidió recibir encima todo el peso de su obra.
Maduro no es más que el depositario de una herencia, un
fruto envenenado que recibió con orgullo y honor. No puede renegar de él ahora,
el país se le heredó paternalmente el Comandante con el modelo económico a
seguir bien definido. Supongamos que repentinamente Nicolás Maduro es poseído por
la sensatez de Ronald Reagan o de Churchill, que de un momento a otro lo
comprenda todo, sepa y entienda que como patriota venezolano llegará a ver
mucho más sufrimiento en su pueblo si perdura el modelo económico actual, que
sólo tenía dos soportes: petróleo y un populismo exitoso, y caídos ambos, el
petróleo con sus bajos precios y el populismo con la muerte de Chávez, Venezuela
no tiene salvación. No la tiene por lógica, por estadísticas, por cálculos matemáticos
y por lo que se quiera y se le busque. ¿Qué haría Maduro? Sencillamente nada. Como
heredero de un régimen envenenado que se cimentó sobre el odio al libre
mercado, y sobre un nacionalismo fanático que secuestró a Bolívar para usarlo
como bandera no se permite la menor disidencia.
Si Maduro llegará a comprender la realidad de las cosas no haría
nada en favor de su pueblo. Chávez y su comunismo reformado lo son todo para
él. Allí no hay economía ni cálculos ni sensatez, allí hay fanatismo y con eso
lo pretenden resolver todo. Así de simple. Además, siendo sinceros, a Nicolás Maduro
se le ve bien alimentado, él seguro no pasa hambres, no se forma horas y horas
para adquirir productos de lo más básico. Quizás si algo le quita el sueño no
es el presente ni el futuro inmediato de Venezuela, sino su lugar en la
historia. Los futuros chavistas lo usarán como chivo expiatorio -incluso algunos
ya lo usan- para salvar a Chávez, de quien dirán que todo lo hizo bien, lo
echarán a él a la hoguera, dirán que fue el que dinamitó una grandiosa
herencia.
Pero Maduro no es el problema. El problema es el chavismo. Chávez
y su ejército de adictos construyeron un régimen en Venezuela de lo más
primitivo donde sólo hay malos y buenos. Los buenos son ellos. No existe allí
una media hora de meditación semanal en la que piensen “quizás somos malos”. No,
son buenos. Ellos están seguros de eso, y porque son buenos desde el principio
han tomado decisiones radicales, cortes de tajo, nada a la mitad. El problema
es que la economía global requiere flexibilidad absoluta para funcionar. Las cuerdas
muy tirantes no gustan a nadie cuando se trata de negocios. Pero eso los
chavistas no lo saben, ni lo quieren saber, allí la patria, Chávez y Bolívar lo
son todo, y eso, creen, les da derecho a todo. Pretenden comportarse como si el
mundo libre, al que odian, fuera a permitir que un régimen que añora el
totalitarismo le pusiera caprichosamente reglas.
Los chavistas también, quizás muy a su pesar, se guardan el
derecho a ejercer la corrupción. Son buenos, muy buenos, pero precisamente por
tanto bien que quieren hacerle al pueblo -proceso que ya lleva más de tres
lustros y cada vez va de mal en peor- se reservan el privilegio de ser un
poquitín corruptos. Es justo cobrar mucho por tan descomunal esfuerzo, ¿no? Además,
la Revolución tiene enemigos. No vaya a ser que la revienten y por si acaso hay
que tener por allá en el extranjero unos cuantos miles de millones de dólares -más
confiables y mucho más valiosos que los muy amados pero devaluados e inseguros bolívares-
para vivir como reyes exiliados toda la vida y viajar de allá para acá
despotricando contra el libre mercado y llevando a los pobres del mundo la
imagen de San Hugo.
Pero eso es el chavismo en su más pura esencia: corrupción,
fanatismo, insensatez absoluta y hasta cómica en materia de economía,
nacionalismo de los más primitivo -que ellos dicen que es patriotismo- y un
populismo aniquilado desde la medula por el maldito petróleo que bajó de
precio. Si Hugo Chávez viviera la situación siniestra del país sería la misma.
Pero, cierto, quizás habría en algún sector de la población un poco menos de
rabia hacia el gobierno. Porque a Chávez sólo una cosa le funcionaba, las
arengas paternalistas o bravuconas, según para quien fueran, y a Maduro, que
también echa mano de ellas, ni eso le funciona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario